Decidí hacer un post para cada día que estuvimos en Cartagena, porque la verdad que me enamoré de ese lugar.
Les voy a contar que pesábamos quedarnos dos días en Cartagena, y por razones del destino, nos terminamos quedando cuatro. Cuando fuimos a sacar el pasaje de vuelta, había pasajes para el martes (nosotros llegamos el domingo a la noche) a la tardecita, como no nos gustó demasiado el precio, fuimos a preguntar a otra agencia, como los de la otra agencia eran para el jueves a la tarde, fuimos a comprar los primeros. Calculen que habrán pasado como mucho cinco minutos. Cuando volvimos a la primer agencia, ya los habían vendido. Así que no nos quedó otra que comprar los del jueves, y que bueno que fue así!
El tercer día en Cartagena, nos fuimos a Isla Barú pero temprano en colectivo (si, Barú es una Isla pero construyeron un puente para poder llegar por tierra).
Llegamos antes de las 10 am, y fue una maravilla. Teníamos todo Barú para nosotros. El agua turquesa, super calma, la arena blanca, las palmeras y el silencio.
Solamente nosotros y el ruido del agua.
Increíble ver ese lugar tan solitario.
Después de pasar una mañana a pleno relax. Almorzamos terribles sanguches de fiambre.

Almuerzo
Pasamos un día hermoso que pudimos disfrutar mucho más que el anterior. Desde la mañana temprano hasta las cinco de la tarde pudimos meternos al mar, caminar por la playa, tomar sol y hacernos alguna siestita abajo de la sombrilla.
Volvimos a Cartagena (siesta de por medio en el colectivo) y como ya teníamos planeado, salimos a recorrer la ciudad amurallada en bici.
Para reponer energía después del paseo, paramos a comer quesadillas en un puestito.
Las quesadillas son parecidas a las rapiditas Bimbo, pero mucho mas grande y rellenas con lo que vos quieras. Nosotros probamos de jamón y queso y de pollo. Buenísimas.
Esa noche para despedir Cartagena nos hicimos una panzada con las cosas que más nos habían gustado:
En la Enoteca ya eramos clientes habituales, así que cuando les contamos a las chicas de la heladería que al otro día nos volvíamos. Nos regalaron otro helado de despedida. Y después rodamos hasta el hotel.
La noche estaba ideal, no hacía nada de frío, la gente paseaba, se escuchaba música, charlas, distintos idiomas, risas. Cartagena me resultó tan mágica que es difícil describir con palabras. Había leído de gente que se enamora de lugares. A mi no me había pasado, si bien había conocido lugares hermosos, inolvidables, geniales, increíbles, que me habían encantado, emocionado y que me hubiera quedado a vivir, todavía no sentía que me había enamorado. Hasta que conocí Cartagena.

Cartagena de noche

Despidiéndonos de Cartagena

Puertas

Balcones
Nuestro último día en Cartagena, fuimos a probar un desayuno típico con cereales, jugos de frutas, yogur, tostadas y dulces.

Desayunando como Dios manda
Después de recargar energías, nos fuimos a recorrer la parte más artística de Cartagena.
Como sobran las palabras, les dejo las fotos:

Gran frase y gran verdad

La felicidad solo es real cuando es compartida.

Niños en el recreo

El pájaro representativo de Cartagena
Así nos despedíamos de Cartagena. Gracias por estos días maravillosos!
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